9/6/06

Afirman que la soledad tiene un componente genético

No es lo mismo estar solo que sentirse solo. Y ahora hay una tercera opción: ¿Y si la soledad está en los genes? Desde hace un tiempo pareciera que todo está en los genes: la obesidad, la infidelidad. ¡Ahora la soledad!

Un estudio realizado por las Universidades de Chicago y Libre de Amsterdam reveló que existe una predisposición genética a padecer esa sensación. Que al igual que uno puede llevar escrito en su ADN mayores chances de padecer sobrepeso o enfermedades cardiovasculares, también podría tener grabada una tendencia al aislamiento.

La información sobre estos temas siempre suena a una especie de "determinismo biológico". Pareciera que uno finalmente les puede echar la culpa de todo a los genes. Que gracias a ellos se podrían justificar algunas conductas. "Y... mirá, no quise ser infiel pero, viste, está en mis genes". O peor: "No sos vos, lo que pasa es que quiero estar sola porque tengo una predisposición genética".

Las investigaciones que llevaron a la conclusión de la tendencia genética hacia la soledad se hicieron sobre gemelos idénticos y no idénticos en Holanda (ver Experiencia con...). En ellos es más fácil discernir la influencia genética. La autora fue Dorret Boomsma, profesora de Psicología Biológica de la Universidad Libre de Amsterdam, experta en mellizos y herencia. Consultada sobre sus conclusiones, Dorret le comentó a Clarín, desde su laboratorio holandés: "Es cierto que existe una predisposición o vulnerabilidad a padecer soledad por cuestiones genéticas. Pero también es cierto que si las condiciones ayudan a frenarla, entonces no logrará desarrollarse".

En realidad, ni los genetistas pretenden encontrarles una explicación "hereditaria" a todas las características humanas, ni todas las conductas pueden estar predeterminadas por mandato de los genes. Lo dice, desde los Estados Unidos, uno de los principales investigadores de la Universidad de Chicago, John T. Cacioppo, que antes ya había demostrado que la soledad es mala para la salud porque afecta especialmente al corazón.

"Tiene componentes hereditarios, así que no se puede decir que únicamente influye en ella lo ambiental. Pero hay que poner todo en un marco. Si una persona corre el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares a raíz de sus genes, eso no quiere decir que tendrá sí o sí dolencias cardíacas", explica Cacioppo.

Es decir: sólo se puede afirmar que algunas personas "corren el riesgo" de sufrir soledad a pesar de que el medio ambiente y la forma en cómo piensan y tratan a otros juegan un importante papel para desarrollarla. Además, para hablar de este sentimiento no se puede estacionar sólo en el área de los genes.

"Es necesario distinguir entre soledad deseada —que permite un encuentro con uno mismo— y la que provoca angustia —cuando el estar solo se vive persecutoriamente como un signo de castigo, abandono o rechazo", puntualiza Estela Allam, psicóloga y psiquiatra de la Asociación Psicoanalítica Argentina.

Claro que hay que diferenciarla, además, de un estado de aislamiento social no deseado, como el que se desarrolla en algunas situaciones patológicas.

"Son casos que corresponderían a estados de retraimiento o de presiones melancólicas", describe Allam. Coordinadora del Foro de Psicoanálisis y Género de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, Irene Meler se detiene en otro aspecto, el de diferenciarla según el género.

"Se supone que la socialización femenina impulsa a las mujeres a ser más proclives a vincularse, mientras que los varones suelen tender al individualismo. Son tendencias que varían mucho entre individuos, y son aprendidas. Porque nada hay en la testosterona andrógena que impulse al sujeto a ser más individual. Es la forma en que se lo educa —para reprimir la dependencia y tolerar la soledad— lo que hace la diferencia", comenta Meler.

Varios de esos casos mencionados y sus variantes son parte de las cifras de los solos y solas de la Argentina. Según las estadísticas del INDEC, 1.700.000 hogares de nuestro país son unipersonales. Y los porteños son los que están a la cabeza de estos números: 26% de la población de Capital Federal. La mayoría son mujeres (179.628) frente a 88.873 hombres. Un dato más: el 56% de los hogares unipersonales son sustentados por ellas.

"Muchas de las características de la personalidad, así como la predisposición a enfermedades e incluso características aparentemente menos complejas como la estatura son producto de una combinación de determinantes genéticos y determinantes ambientales", asegura Esteban Hopp, profesor de Genética de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA.

A veces no es fácil estar solo. Parece que tampoco lo es descubrir el entramado complejo que une lo genético con lo cultural para descifrar sus causas.

El legado de Macondo
Diana Baccaro
dbaccaro@clarin.com

Como metáfora de la realidad, la literatura suele adelantarse a la ciencia. En "Cien años de soledad", García Márquez creó una estirpe marcada por el aislamiento. En los diecisiete Aurelianos y demás criaturas de la novela, la soledad es hereditaria, y se la sufre como una maldición que no puede superarse. La única forma de combatir ese sentimiento interior es a través de la búsqueda continua del amor. Una receta similar a la que ahora —de alguna manera— revelan los científicos, que sostienen que si bien existe una predisposición a padecer aislamiento por cuestiones genéticas, también es cierto que si las condiciones ayudan a frenarla, entonces no logrará desarrollarse.


Experiencia con gemelos

Para realizar este estudio sobre la relación entre genes y soledad, se tomó como base a 8.387 gemelos idénticos y no idénticos de Holanda, que fueron controlados regularmente desde 1991.

Trabajos anteriores, en niños, ya habían demostrado que la tendencia a la soledad podía ser hereditaria. Esta nueva investigación es la primera que se hace en adultos y demuestra que la herencia sigue jugando un papel importante en lo que tiene que ver con este sentimiento a medida que la gente envejece.

Se les preguntó a los voluntarios en qué medida algunas descripciones sobre el aislamiento se podían aplicar en ellos. Aparecieron frases como "no le gusto a la gente", "pierdo amigos con rapidez", "me siento solo". El 35% de los hombres y el 50% de las mujeres dieron señales de padecer soledad. El estudio fue financiado por la Organización de Investigaciones Científicas y el Instituto del Envejecimiento holandeses.

Los primeros ermitaños

¿De dónde viene la soledad? Según los investigadores que la estudian desde varios puntos de vista (psicológico, genético), se habría desarrollado en los comienzos de la evolución humana.

Apareció como una respuesta de los cazadores que enfrentaban situaciones de desnutrición y que, para no morir, decidieron no compartir sus alimentos con otros familiares.

Al sobrevivir a una hambruna, estuvieron en mejores condiciones para reproducirse durante períodos de abundancia. Así, al desarrollar la soledad como una adaptación a la supervivencia, contrajeron, además, una predisposición hacia la ansiedad, la hostilidad y la exclusión social.

http://www.intramed.net

Saludos Cordiales


Dr. José Manuel Ferrer Guerra

No hay comentarios:

Publicar un comentario