5/12/06

Psicofármacos, industria, salud mental e investigación

Los medicamentos psicotropos existen específicamente para prácticamente todos y cada uno de los síntomas de los trastornos de conducta. Eso sí, estos productos no han pasado de ser eso: medicamentos sintomáticos para trastornos y enfermedades de causa desconocida en unos cerebros de cuyo funcionamiento aún no sabemos nada o casi nada. Uno quisiera averiguar las causas que producen enfermedades como la esquizofrenia, el Alzheimer o las epilepsias. Sin embargo, este hallazgo nos parece todavía lejano.

Como si de una profecía hecha realidad se tratara, la síntesis y descubrimiento de la benzodiacepina denominada Diazepan (diazepam DCI) en los años sesenta, le situó como el fármaco más vendido, el más utilizado y, por qué no decirlo, el más elogiado del mundo. El famoso soma del escritor Aldoux Huxley en su novela El mundo feliz se había hecho realidad.

Pero los psicofármacos no nacieron en los sesenta, lógicamente. Los griegos fueron expertos en extractos vegetales para el insomnio, la ansiedad y otras dolencias; los romanos emplearon el litio en fuentes termales para desarreglos afectivos; los árabes aunaron a los anteriores y añadieron jugos de origen animal e incluso abrieron el primer hospital psiquiátrico del mundo, El Marestan; y así hasta el siglo XX, cuando irrumpieron los barbitúricos, las anfetaminas, los psicodislépticos, los neurolépticos, los antidepresivos tricíclicos y así un largo elenco de sustancias psicotropas.

Hoy, en pleno siglo XXI, los psicofármacos figuran entre los principios activos más vendidos del mundo, los más variados, los más extendidos y, así, en un imparable alud de descubrimientos, han pasado a formar parte de nuestra vida cotidiana.

En los últimos diez años, los nuevos antidepresivos o ISRS se han multiplicado por diez, los antiepilépticos por cinco, los ansiolíticos por 20 y sólo a la zaga los neurolépticos por tres, convirtiéndose el monto global de gasto en estos productos el número uno sin duda, según datos de la consultora IMS Health, de todos conocidos.



Hoy, gracias a la investigación y al desarrollo y también, por qué no decirlo, a los lucrativos beneficios para la industria farmacéutica que estos medicamentos producen, los psicotropos existen específicamente para prácticamente todos y cada uno de los síntomas de los trastornos de conducta. Eso sí, estos productos no han pasado de ser eso, medicamentos sintomáticos para trastornos y enfermedades de causa desconocida en unos cerebros de cuyo funcionamiento aún no sabemos nada o casi nada.

Esta misma investigación, hoy a niveles moleculares, nos ha enseñado a inhibir la recaptación de la serotonina, a estimular la depleción sináptica, a agonizar o antagonizar receptores pre o postsinápticos, y todo ello actuando específicamente en la ansiedad, en la impulsividad, en la psicomotricidad o en la afectividad, dominando la enfermedad, vaciando los hospitales psiquiátricos, reinsertando a las personas con enfermedades psíquicas en la familia o en la sociedad de las que nunca debieron salir y, en definitiva, a integrarlas en el ambiente socio-laboral propio del ser humano actual.

Y junto a la investigación, la competencia industrial, pura, llana y legítima competencia por fabricar el producto más específico, más eficaz, de menos efectos secundarios, con menor toxicidad y menor duración en el organismo, el producto 'ideal' para mitigar la angustia del paciente y, consecuentemente, para estar a la vanguardia de los rankings de utilización y venta.

Éste es el verdadero motor de los descubrimientos, el trabajo por adelantarse al otro en el hallazgo científico, el esfuerzo por presentar el producto farmacéutico más depurado y más aséptico. ¡Qué lejos queda el jarabe de ácido cianhídrico como sedante! ¡Cuánto tiempo ha pasado desde los cócteles de Laborit para la agitación psicomotriz! ¿Qué será de los primeros neurolépticos? Sin duda, la gran revolución en el campo de la Psiquiatría en el siglo XX fue la farmacológica, como lo será en el XXI la genética y, todo ello, enfocado por, para y con el ser humano.



Más de 500 millones de personas en todo el mundo padecen una enfermedad mental grave y precisan ayuda, medicación, terapias y, sobre todo, comprensión. Y eso que en el denominado y amplio tercer mundo el hambre impide llegar a presentar una enfermedad psíquica por la muerte prematura. Entonces, ¿qué podemos esperar en el futuro inmediato de la investigación en la salud mental?

Uno quisiera responder: el descubrimiento de las causas de la esquizofrenia, del Alzheimer o de las epilepsias. Pero, aún nos parece lejana esta quimérica e ingenua respuesta. Yo me conformaría con descubrir lo que somos como hombres, lo que podemos desear noblemente y la forma de acercarnos al sufrimiento psíquico con la mayor honestidad posible.

Probablemente en esta carrera por tener respuestas, los investigadores, los profesionales de la salud, las familias de los pacientes con trastornos psíquicos y, como no, las propias compañías farmacéuticas tendrán algo que decir.


Saludos Cordiales
Dr. José Manuel Ferrer Guerra

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