30/10/16

¿Cómo saber si el duelo lleva a la depresión?

¿Cómo saber si el duelo lleva a la depresión?

La pérdida de las personas más cercanas se ve agravada por la tendencia a considerar la muerte como un tabú

lavanguardia.com

Una mujer de 57 años viene a la consulta unos meses después del fallecimiento imprevisto de su marido. Desconsolada, relata su añoranza, rabia y desazón por lo sucedido desde el fatídico día. Preocupada, me pregunta si es normal que cada día vaya a su tumba y hable con él sobre los hechos cotidianos. Interpreta que este recorrido podría ser una depresión, tal como se lo indica el médico que la ha derivado.

Esta situación, que se repite frecuentemente en el despacho, me interroga sobre el lugar que damos al duelo en la actualidad. La definición del diccionario incluye el afecto (aflicción, tristeza, lástima), la demostración por la pérdida (hablar del difunto, llorar) y el apoyo por parte del entorno social (acompañamiento, ritos). El abanico de situaciones que incluye es importante, pero constatamos un declive tanto en el uso del término como en las prácticas que engloba.


Un trabajo muy grande

Freud ya planteaba, en su artículo “Duelo y Melancolía”, que la muerte como tal es imposible de representar psíquicamente y que, por ello, cada uno la enfrenta de maneras diversas pero, sobre todo, singulares. Podemos decir que frente a la muerte hay reacciones normales y patológicas: lo que es común a ambas es el gran trabajo psíquico que enfrentarse a ella representa. Así, en el duelo actuamos de manera discordante: el mundo se empobrece, decae el interés y el placer por lo laboral, lo amoroso, lo cotidiano.

Sea cual sea la estructura inconsciente sobre la que se desarrolla, el trabajo que debemos realizar es muy grande. Un día alguien ya no está, negamos lo sucedido, fantaseamos, hablamos con él como si estuviera presente… pero la realidad nos muestra una y otra vez su ausencia.


La elaboración de las pérdidas, pieza por pieza, recuerdo a recuerdo, implica un tiempo considerable. 

Un tiempo que no obedece al reloj, se trata de un tiempo lógico que dependerá de las vicisitudes de la historia de cada uno, es decir un tiempo al que podemos llamar subjetivo. Entonces, poner una fecha a partir de la cual considerar al duelo como anormal entraña cierto riesgo.

Philippe Aries (“El hombre ante la muerte”) nos propone que la actitud frente a la muerte ha cambiado de manera notable, pasando de ser tomada como parte de la vida a constituirse en un tabú: de eso no se habla.


El silencio y el empuje

Digamos entonces que los procesos que antes podían ayudar a una persona en la elaboración del duelo ya no están disponibles. En el mundo actual, no es posible “perder el tiempo”. Todo se acelera y se comprimen o se eliminan los recorridos singulares de quien padece la pérdida.

Por otro lado, al silencio se añade el empuje, casi el imperativo de la felicidad: hay que estar bien en todo momento, estar triste es un mal a erradicar. La ciencia médica es la encargada de tratar este padecimiento, operando cierto deslizamiento de la normalidad a la patología al acortar la duración del duelo normal: más de dos meses de tristeza es considerado un episodio depresivo; preludio de la depresión mayor.


El recurso al fármaco

Entramos de esta manera en el campo del trastorno mental, del diagnóstico. El enfermo se dirige a su médico detallando su tristeza, obteniendo o muchas veces exigiendo el antidepresivo –lo que explica el aumento exponencial de su consumo en las últimas décadas.

En nuestra época, son la ciencia y la tecnología las que saben qué tiene que hacer el paciente para tener una vida plena y productiva. Entonces, la promesa del rápido restablecimiento del equilibrio perdido, que hay en el recurso al fármaco, anula u obvia lo más íntimo de la experiencia, fijando al sujeto en una categoría o diagnóstico en lugar de permitirle abordar la contingencia del encuentro con la muerte por otra vía.


La terapia. Es importante recordar que no se trata de llenar el vacío que parece abrirse sino más bien de poder tratar y enfrentar el sin sentido

Frente a esa deriva, dar lugar a la palabra, hacer existir la dimensión subjetiva, es la apuesta del psicoanálisis, experiencia donde toma todo su valor el saber que cada uno puede elaborar a partir de su propia historia.

Ya sea que hablemos del duelo o la tristeza por la pérdida de una persona, de un lugar, de una situación, de un trabajo o de un objeto, es importante recordar que no se trata de llenar el vacío que parece abrirse sino más bien de poder tratar y enfrentar el sin sentido que esa pérdida conlleva para cada uno.

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