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18/3/17
Depresiones post-psicóticas [18-3-17]
Depresiones post-psicóticas
A principios del siglo XX, el gran ordenador de la psiquiatría, el alemán Emil Kraepelin, prácticamente contemporáneo con Bleuler dividió las psicosis en dos grandes grupos.
Uno era el de las psicosis maníaco-depresivas, o manía y melancolía, o estados de excitación y de inibición, caracterizadas, la primera como un estado extremo de alegría y el otro por un estado extremo de tristeza. Ambos resultaban anormales por su desmesurada intensidad y además por la absoluta ausencia de causa real que las justificara.
Estas enfermedades eran periódicas, es decir, que la persona padecía durante un cierto lapso de la enfermedad y después se curaba radicalmente, volviendo a ser una persona totalmente normal. Pero la enfermedad tendía a repetirse, tanto en la forma de la alegría (manía) como en la de la tristeza (melancolía).Por eso se denominaban también psicosis periódicas.
El otro grupo de enfermedades que describió Kraepelin, fué el de la serie esquizo-delirante, que comprendía la esquizofrenia, la parafrenia y la paranoia. Eran enfermedades crónicas, incurables, caracterizadas por un delirio de tema generalmente persecutorio, progresivo, que llevaban a la pesona a la demencia final. Kraepelin denominó a la esquizofrenia demencia precoz.
Ambas series psicóticas se presentaban como independientes y sin relación la una con la otra.
Además, se les atribuía una predisposición somática. Los altos y flacos, cuyo modelo era don Quijote de la Mancha tenían tendencia a hacer cuadros del tipo esquizo-delirante y los gordos y bajitos, tipo pícnico, cuyo modelo era Sancho Panza, tendían a hacer cuadros maníaco-depresivos.
En esa clasificación ambos territorios patológicos estaban rigurosamente separados.
Pero había alguna excepción. Se observaba que un joven hacia un cuadro típicamente melancólico, o típicamente maníaco, y después de recuperado comenzaba a padecer de un cuadro esquizofrénico, que ya resultaba irrecuperable.
Y cuando se descubrieron los psicofármacos, y los pacientes se recuperaban con ellos se observaba, de manera totalmente inesperada, que en el curso del tratamiento, hacían un cuadro típicamente melancólico, de cuya diferencia con el anterior delirante el paciente era claramente consciente.
De esta manera, se estableció que la diferencia estricta entre las dos series psicóticas no era ya válida, y que habían enfermos psicóticos que podían afectar tanto la forma esquizo-paranoide como la forma maníaco-depresiva.
La moderna nomenclatura de estas depresiones las identifica como «depresión post-psicóticas.
Por eso, en nuestras «Instrucciones al paciente recuperado» en el número 8 señalamos con toda precisión:
“8º A pesar de cumplir bien estas indicaciones, puede sucederle que experimente algunos síntomas diferentes a la enfermedad anterior, del tipo de la depresión, la tristeza o el abatimiento. Por cualquiera de ellos consulte al médico y tendrán buena solución”
La experiencia muestra que estos cuadros melancólicos o depresivos secundarios a un cuado delirante son menos intensos, padecen de menor número de síntomas y se recuperan con más facilidad con los correspondientes tratamientos.
El prever con anterioridad esta complicación, hace que el paciente y los familiares la acepten, y no pierdan su fe en el médico y en la medicina.
En el año 1961, apenas traspasada la década de los años 50, la llamada ”dorada” de la psicofarmacología, publicamos un trabajo titulado “Sindromos depresivos en el curso del tratamiento cloropromazínico de los sindromos delirantes”. Decíamos tratamiento cloroprozínico porque ese medicamento, era el más frecuentemente utilizado en aquel entonces y utilizábamos la expresión “sindromos delirantes” para englobar las diferentes formas de la esquizofrenia, la parafrenia y la paranoia. Reunimos en ese trabajo seis casos que comenzaron por ser delirantes y que hicieron un cuadro melancólico. En nuestra experiencia no vimos aparecer, en la misma situación, sindromos de excitación maníacos.
Y dado que ciertos cuadros de la serie maníaco-depresiva eran el comienzo de un cuadro esquizofrénico. Y que estos mismos, una vez constituídos, se transformaban en melancólicos. Señalamos entonces que la barrera entre los dos grandes grupos de enfermos psiquiátricos crónicos , se había desvanecido.
Y cuando después, a lo largo de la evolución de los conocimientos, se describieron las esquizofrenias afectivas, se pensó en la mezcla de estas dos series.
En los últimos tiempos, hemos visto a este cuadro, descrito ahora en inglés, ya que el centro de la psiquiatría se ha trasladado desde Europa a los Estados Unidos, la denominación de post-psicotic depresions. Con la aparición en los años 80 de los conocimientos de los trasmisores neuroquímicos, posterior a los de los psicofármacos, entramos en una nueva dimensión. La psiquiatría dejó de basarse en una mera descripción clínica, sintomática, para comenzarse a interpretar metabólicamente, terreno en el cual nos encontramos ahora en la era de los neurotrasmisores y los receptores. Y aquí estamos, en los primeros años del siglo XXI.
El aporte que queremos deducir, aplicado al paciente psiquiátrico y a su familiar, es que las cosas nunca son demasiado sencillas, la ciencia progresa aceleradamente y que finalmente hay que concederle al médico, o a los médicos o a la medicina la última palabra en cuanto a los diagnósticos psiquiátricos y que ellos se encuentren también sometidos a la incertidumbre, al avance, y a las contradicciones aparentes inherentes al progreso incontenible del conocimiento.
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